yo con Zedd en el Corona Capital

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Iba siguiendo a Daniel, que corría para encontrar un buen lugar donde sangolotearse agusto, no llovía en ese momento pero 5 minutos atrás si, entonces traía mi impermeable innecesariamente. Me paré un segundo y en lo que me lo quité Daniel desapareció de mi vista, me sentí como niño abandonado en un super mercado.
Siendo ya un adultote de 29 años decidí no entrar en pánico y tomar el mejor curso de acción, encontrarlo sería imposible. El internet por supuesto estaba muertísimo, demasiados usuarios en un área muy pequeña, no había como comunicarse. En lo que buscaba por las orillas me encontré a unos tipos grandes moviéndose como vibora hacia el centro de la multitud, me abrieron el paso como ambulancia en tráfico, cuando ya podía ver a Zedd escogí un huequito y me puse a bailar lo que ya empezaba a ponerse bueno.
Una lluvia de tiras de largas tiras de papel salió del escenario en un momento alto de la canción, Zedd acababa de droppear el bajo con fuerza, en ese momento el redbull que acaba de zamparme dijo: hola, ¿Quieres fiestear? pues aquí tienes tu fiesta en la cara, boom, lluvia de verdad, boom Zedd con los visuales más hermosos del mundo, los vecinos un grupo de caballeros bien prendidos gritaban como locos, entonces empezó a llover, va impermeable de nuevo.
Zedd no paraba de llevarnos en su carrusel, subiendo cada vez más alto, cuando creías que no había un punto más arriba, mas emocionante, con más poder en su música, te volvía a sorpender, la gente se sabía todas las canciones: you make feel alive, le cantabamos al DJ que no nos daba descanso, nos hacía el favor de mantenernos calientitos bajo la lluvia helada, sacando los moves, como si nadie nos viera, boom Zedd volvía a subirnos, nos mantenía excitados, usando la vieja magia del músico que encanta serpientes, eramos sus muñecos bailarines.
Los arcoiris se forman por la refracción de la luz del sol en el agua, pues un laser no es más que un haz concentrado de luz, bajo la lluvia este partía cada gotita en arcoiris, era como bailar bajo polvo de hadas, los haces al rítmo de la cerdísima y sin vergüenza música escaneando al público como parte de los visuales, como parte de todo, frente a nosotros, a nuestro alrededor el DJ convertía una enorme alberca de lodo en una enorme fiesta sin piedad.
Solo se ponía mejor pues la lluvia espantaba a los más débiles, eramos una manada de búfalos que se volvía más fuerte conforme perdía a sus miembros enfermizos, yo podía acercarme más y más al escenario, como avanzando hacia la guerra, avanzando hacia fuegos artificiales que coronaban los momentos altos de la música, Zedd era dios y su música era su profeta, la gente entregada, cuyo cerebros obedecían el ritmo, la cadencia sin chistar era su fiel congregación.
Dicen que el público mexicano es de los mejores, en ese momento me era muy claro porque, ¿Qué más quiere un artista sino mindfuckear a los que lo disfrutan? pues Zedd nos estaba poniendo la cogida mental de nuestras vidas.
La lluvia no dejaba de caer, era lluvia de gloria, exaltación del instante, los elementos, el aire, las luces, el sonido, los visuales, el hombre en la consola todo metiéndose bruscamente por los oidos, saliendo por los brazos y piernas.
Empoderado por el redbull no conocí el cansancio mientras la música sonó. Cuando todo terminó, estaba satisfecho, nada podía superar en intensidad emocional lo que acababa de vivir. Por primera vez desde que empezó el concierto tomé conciencia de la humedad de mi ropa, la destrucción por lodo de mis zapatos, era momento de huir, como el que se fuma un cigarro después de un buen polvo, una paz interior, fruto de la liberación continua de energía, me llevaba a un lugar seco, lejos de la barbarie, el desenfreno musical, para mi el Corona se acabó ahí, sonreía como loco, pensaba en quien me hubiera gustado que disfrutara eso conmigo, repasaba la música, los momentos.

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