Una nube en el espacio

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Ellas eran nubes que se movían sobre la nada. Nubes en el espacio entre las estrellas, blancas, suaves, llenas de agua fresca, la gravedad las mantenía unidas, su gracia natural les mantenía la forma.
Un día una de ellas cobra conciencia, despierta a la existencia, ve por primera vez la radiación cósmica que entinta su agua, la ve pasar atravesándola de un lado a otro, no entiende como puede moverse con esa fuerza y dirección, con esa prisa, se da cuenta que eso es mucho mejor que flotar lentamente en la inmensidad del espacio.
Con el tiempo la nube aprende a moverse, sus gotitas empiezan a obedecer su conciencia, lo primero que hace con esto es llorar, arremolinándose dentro de si misma con una rabia contenida por su lentitud.
El impulso generado por su llanto hace que los rayos cósmicos le peguen en otra dirección, la nube adquiere velocidad, avienta parte de su cola para impulsarse hacia la estrella más cercana, el agua que se separa, eventualmente regresa a ella por la misma gravedad, la nube no morirá al avanzar, puede viajar, ser libre.
El eterno viaje cambia su perspectiva del tiempo, para ella los años son segundos, los milenios horas, en la oscuridad ve su destino cambiar, las estrellas cambian de color, siente su energía mutar mientras choca con sus gotitas, esto la satisface, casi haciéndola olvidar de su propósito, de su viaje: dejar de estar sola, presiente que de donde emana la luz, encontrará a otras como ella.
Sus milenios en tránsito parecen no acabar, el universo se expande a cada vez mayor velocidad, alejando las cosas una des otras, la nube corre desesperada en una pesadilla donde nunca avanza, su objetivo nunca se hace más grande, sus fuerzas nunca le llevan a ningún lado, jamás verá a otras ni se fundirá con el calor de una estrella.

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