Puse el título al final esperando que saliera bien

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No puedo calmar una mente llena de cosas dijo y se puso a escribir con la esperanza de poder vaciarla a parrafazos con la absurda idea de que tallar las cosas en mármol hará que estas deseparezcan.

Voló dando vueltas sobre un Londres gris y lluvioso, el piloto no decía nada pero sentía su amabilidad en la forma en la que lo ignoraba por completo. En su dialogo interno la copiloto de 20 megatones no iba a esperar a nadie que no fuera capaz de contenerla, era pedirle paz a quien deseaba expandir su interior en una luz blanca que sin duda  consumiría a cualquiera que se atreviese a disfrutarla, mataría en espectaculares ráfagas a cámara lenta no con un gran aullido agudo sino con una espectral risa macabra. 

Mejor sería saltar del avión con la bomba, salvar los prados salvajes verdes y desaparecer en la ciudad negra y podrida, donde el daño sería recordado como la justicia actuando para restablecer el orden de los débiles y los fuertes.

Entre los huecos de los edificios poseídos por dueños con aversión a compartir pared existe siempre un bicho rey que los gobierna a todos, cada hueco tiene su bicho, cada bicho tiene a sus súbditos.
Los retumbes de las peleas entre los departamentos son para el meteorólogo real (una cucaracha con lentes) señales de tiempos de paz y arte, la gente descuida sus paredes cuando su atención es exclusiva del discutir. Grandes agujeros serían practicados sobre la pared por los bichos obreros para minar la gran veta bajo el refrigerador (pensaba el bicho astrólogo). Grandes obras se construiría con los desechos de la construcción con formas y una estética que solo una especie cuyos ancestros no son los griegos podría crear: estatuas con múltiples apéndices y brillo negro dominarían la entrepared aumentando la gloria del reino conforme la gente descuida sus verticales defensas.

Calentando tortillas azules sobre una tapa de pintura en estufa de ladrillos estaban los albañiles.
Un niño curioso por el olor tan puro del maiz sobre cal quemada se acerca a pedirles un taco adornado con una salpicada del guiso de sus mujeres, aun caliente en sus recipientes de barro.
Se ríen porque al niño le grita su madre que se vaya a comer en este mismo instante, pero el quiere un taco, es pequeño, está limpio, bien peinado y tiene mejillas rojas así que les enternece la escena y se lo dan.
Ese taco retumbará en las papilas gustativas del niño con cada tortilla quemada y cada guisado grasoso que le atrape la nariz.
Los albañiles celebran su día emborrachándose en la construcción en obra negra atragantándose del amor de sus mujeres(ignorándolas) y la historia de su comida milenaria, sin importarles nada, son libres en el hueco de un día, el descanso en la escalera de su vida torturada, aun se ríen del niño que les pide un taco, aunque el niño tenga más de 20 años.

En Costa Rica, se hace el surf se queja de los nicaragüenses, se enorgullece de la planta de alta tecnología de estar en un peldaño más arriba que sus vecinos del norte, de lo frescos que son los panameños. Oiga papá como le va a usted? Ya supo vos que nos quitaron un pedazo para hacer un nuevo canal de barcos? Que como me va?, pura vida…

 

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