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Fondo sonoro

Huestes malvadas marchan frente a mis muros rayandolos con crayolas poniendoles caras de igneas a las rocas sedimentarias y de metamórficas a las plutónicas es una groseria de su parte que me provoca desde la ventana tomar un tinto con aguardiente para salir a decirles: “Hey ustedes!, dejen de ser orcos, vuelvanse pintores-sastre, haganle algo a la bonito a la reina, a sus hijos, pero dejen mis paredes en paz, ¿que no ven que son alérgicas a la crayola?”
Se me olvida que la edad los ha dejado sordos, ciegos y mudos en ese orden, por lo que en primer lugar no escuchan, en segundo lugar no saben querer y en tercer lugar solo saben ser amados, asi que mis gritos alcoholizados solo les vibran las entrañas.
 Ay de ellos.
Su historia es triste y acaba mal,

Caminando sus garras sobre mis piedras,
pierden ellos,
pierdo yo,
pierden los colores transparentes al vivir sobre las arrugas endurecidas por ser quienes son.

Después de juzgarles desde mis alturas ya no se describir lo bonitos que eran, lo muy bien cuidados que estaban, peinados con gel y todo, hasta sus zapatitos lustrados, no es justo…

Intento contar que veo nacer frutas en las jaulas de canario que nos vamos encontrando. Que debemos ser dueños de nada para poder encontrar otras más que guardan aves con otras alas y otros colores, aves que saltan para hablarse y aves que cantan solo en las tardes de luna llena.

Pero confiezo que me siento como en una esquina en la noche cuando pienso que esos ruidos quiza no sean suficientes y que la bebida solo destile cuando nuestras figuras son pequeñitas. Me siento en esa esquina imaginando que estas viandas son mejores que una comida de medio dia.

Encojo la frente pensando que puede haber chispas que nos callen la boca, que pueda haber paisajes inventados que le roben el aire a mis palabras, porque me imagino que estas son las cosas que secan las cosechas antes de que la gente pueda levantar los bulbos tiernos.

Son pequeñeces las que curioseo: como el crecer en cada casa del árbol llamado “donde nos paremos”, o como que el calendario solo se imprima sobre los despojos de nuestras nubes de colores o como que escribamos nuestra burocracia sobre papel hecho de las hierbas que recortemos limpiando los jardines donde vivan esas aves.

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