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I

Brilla cuando me acerco iluminando mi cara, el cuarto. Sin darse cuenta de su propia luz, que confundida brota de su figura alejada con brazos abiertos envuelta en sus propias dudas. Porque sabe que está segura estas dudas son claras bien definidas, el no quiere alterar esa naturaleza así que la deja más o menos en paz.

  II

Otra vive en una esquina oscura, susurrando cosas bonitas apenas audibles, parece que merece más curiosidad pero al acercarse escuchas: “¿Qué haces? no, no puedes verme” lo que es difícil evitar porque uno quiere despejar la penumbra para ver sus rasgos, perderte en ellos, sabes que están ahí, amables a la vista, dulce visión blanca entre labios que hablan de dominios y dominados, una paradoja estética completa, una pena.

III
Cubriéndolo todo, vista a través de lentes medio tapados, medio rotos: una perfecta figura gris que nunca deja de estar ahí pero tampoco está aquí. Que lo pide todo con una mirada evasiva llena de reclamos callados, etérea, realmente inaccesible en vida pero ahí parada, esperando ya nada… 
Como en un trono abandonado que recibe súbditos cuando estos traen los regalos correctos, cuando son dignos de su favor tras pagar el pecado de haberle dejado en el polvo largo tiempo. 
Un hermoso castillo vacío visitado por frustrados caballeros en busca de dragones, lleno de cuartos cerrados donde se escuchan voces ahogadas como si en cada uno hubiera una televisión reproduciendo la misma escena una y otra vez. 
En su sótano, en lo más profundo de sus cimientos se rumora que hay una bóveda inaccesible con un tesoro de dudosa existencia. Dicen que al abrir su puerta verás un campo verde iluminado por un pálido pero amable sol de otoño donde sopla una brisa llevando hojas de todos colores de un lado a otro y dicen que en medio del campo en la cima de un monte de flores a veces se posa una figura que  desciende del castillo anunciada por risas felices para agraciar a todo el que posa sus ojos sobre ella.

IV
Les quedaba paciencia para ser felices y para nada más, eran por supuesto de cristal, un universo a la mitad no puede sino desbalancearse hasta la autodestrucción. 

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