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La escencia de la desesperación es líquida, es de aceite, y el alcohol la vuelve el perfume de los moribundos, que con artes oscuras destilan uno y otro de sus pechos al poseer la punta de un perfil afilado por el hambre de aire que le llene los pulmones de estrellas a punto de reventar en las narices, habiendo sido humedecida la almohada firme que huele a rosas y vida ajena, la de los musculos relajandose a llantos de esos abrazos de bocas abusivas anotaré le debo a la muerte para que llegada mi hora sea la envidia del amor de bocas humanas la que colme el vaso de su guadaña.