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Suben y bajan las gaviotas en el parque de diversiones al fondo de una calle tiempo atras ajetreada ahora llena de tiendas en desuso con polvo sobre el polvo cubriendo dulces podridos por falta de niños glotones. Con regularidad matemática las gaviotas se posan en los techos de estas tiendas causando temblores con sus patas fofas. No son muy fuertes estos temblores, bien puesto: todo lo contrario su alcanze se limita al parque y la calle, pues ambos lugares están debidamente separados del resto del planeta por una capa de malvavisco blanco medio transparente, esto protege y alegra el día de los edicios del frente.
Un observador avispado reconoce que de tres a cuatro de la tarde el fantasma del lugar entero se levanta con pies de seda y zapatos del ya mencionado malvavisco, pasa caminando entre las otras calles diciendo -con permiso, con permiso, voy a pasar mientras el resto del planeta ignora al bloque gigante de tierra seca con patas y copete vintage, pues ya acostumbrado a las visitas del espectro gigante, no hay queja que poner. Un detalle importante es que cada que camina se le caen pedazos, esto eventualmente lo dejará totalmente desmoronado fertilizando así los fantasmas de otros centros recreativos y comerciales.

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