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He ganado un sentido de lo que está bien, siempre que dejo de seguirlo el autocastigo llega pronto. Siempre que le soy fiel, la vida me recompensa.
Entiendo los límites de mis deseos, el origen de mis gustos, la fuente de mis obsesiones.
Camino de la mano de mis demonios como mis aliados, como parte de mi. Sé que el camino a mi perdición es dejarme guiar por ellos o ignorarles.
Intento pelear por lo que quiero, siempre. Pero se retirarme de las batallas que no puedo ganar, de las guerras que ya he perdido. Parado al día siguiente en el campo de batalla veo que en el horizonte no faltan arcoíris hacia los que caminar. Ahí en medio de mis derrotas, de los tesoros perdidos, de los que ni siquiera llegue a rozar con la punta de los dedos, esos que me atormentan como dulces voces fantasmas no logran detener mis pies, no logran pararme.
Los demás, en todo su espectro de sorpresas, desde los más estables hasta los que son un clima impredecible ya un día llenándome los ojos de luz ya una estación de frío invierno en la intemperie. Para eso tengo las ropas de mis trabajo, mis obligaciones y responsabilidades conmigo mismo. Mi deber de escuchar la voz de la sabiduría cautelosa, segura, la sabiduría de un viejo cuya vida espera pase tranquilo hasta su muerte. Un viejo que no vive solo.
Entre sus músculos cansados, entre las cicatrices de los abusos, las esquirlas de los sueños reventados encajadas aun en su piel hay fuerza sin límite, hay locura y esperanza.
Ahí es donde podría encontrarte, pisando el acelerador de mis pies corriendo contra la pared del andén nueve y tres cuartos, sin seguridad, ni garantías, como un hombre que lucha por lo que no puede negar en su corazón, por su verdad interna, como una guía por encima de todas las necesidades mundanas y los actos de la vida diaria, como siguiendo el verdadero libreto, apuntando la vela hacia el ojo de la tormenta para su centro ver la luz del sol de nuevo y seguirla hacia donde vaya. 

Autopsicografía – Fernando Pessoa

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.

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